Cosmología

En los límites del universo: Civilizaciones Tipo III, tecnología más allá de nuestra imaginación y, ¿el final de todo?

Finalmente, llegamos a la última entrada sobre las civilizaciones de Kardashev, en la que analizaremos las últimas fronteras a las que podrá llegarse a enfrentar la humanidad, en caso de conseguir salir del sistema solar.

En las entradas anteriores vimos cuál era el mejor modo, desde punto de vista práctico, de reestructurar la civilización y los posibles modos de explotar un poco más el sistema solar en un futuro cercano.

En esta entrada iremos más allá, hacia los extremos de la física donde la realidad no tiene nada que envidiar a las grandes películas de ciencia ficción, superándolas incluso. Discutiremos también aquí si podremos vivir eternamente o estamos condenados a fallar en algún momento determinado. Todo ello, claro está, suponiendo que seamos capaces de no autodestruirnos nosotros mismos.

Muchos de los conceptos que se tratarán aquí preceden a entradas del blog a las que en el futuro tendré que dedicar más tiempo por su interés científico de un modo mucho más técnico que el tono divulgativo de las entradas sobre civilización.

Más allá del Sistema Solar:

Ya a principios del siglo XX, junto con el nacimiento de la Relatividad General y su consecuente reinterpretación geométrica de la gravedad, Albert Einstein propuso la idea de que el universo era homogéneo e isótropo a grandes escalas, lo que en lenguaje corriente viene queriendo decir que si coges «pedazos suficientemente grandes de universo» y los comparas entre ellos no ves ninguna diferencia. Es fácil convencerse de ello si se mira al cielo y se ve la gran cantidad de estrellas que hay en él. Desde otro planeta el cielo no debe de ser muy distinto, por lo que la conclusión es que a grandes distancias una región del universo es indistinguible de cualquier otra.

Esta idea, conocida como el Principio Cosmológico, es la base de todas las teorías que existen hoy en día sobre el universo, y de ella se derivan (a partir de su pertinente sistema de ecuaciones asociado) que existió un Big Bang en el que todo era también idéntico y que desde entonces el universo se ha expandido en todas direcciones.

Debido a esta perfecta simetría, el universo está repleto de montones de galaxias y cúmulos de polvo más o menos repartidos idénticamente por todas partes, y miles de millones de estrellas como el Sol, con sus planetas orbitando a su alrededor y que acompañan a sus respectivas galaxias en su viaje por el firmamento.

Encontrar un sistema estelar como el nuestro, o una galaxia parecida a la nuestra se resume a un simple juego de probabilidades, donde la probabilidad se estima en base a la cantidad de cuerpos celestes de un mismo tipo que se han detectado. Si en nuestro cielo hay 10 veces más estrellas azules que rojas en cualquier dirección supondremos hasta que algo lo contradiga que en todo el universo hay aproximadamente 10 veces más estrellas azules que rojas.

Por supuesto, hay gente que no está del todo de acuerdo con el principio cosmológico (yo entre ellos), porque recientes observaciones desde telescopios espaciales como WMAP han dado muestras de que las galaxias no se distribuyen aleatoriamente sino que parecen encadenarse formando hilos galácticos relativamente bien definidos. Sin embargo, este problema podría reducirse aumentando las distancias para las que se considere cierto nuestro principio.

Salta a la vista que asumir la homogeneidad e isotropía del universo dejan de haber lugares preferentes en él y, por tanto, es un golpe bajo a aquéllos que tradicionalmente han creído y defendido (y aún lo hacen, internet es una maravilla) que La Tierra o el Sol son el centro del universo, y que tienen algo que los hace especiales. Simplemente son pequeños constituyentes de una máquina mucho más grande que podría funcionar perfectamente sin ellos y la cual, además, posee un montón de piezas parecidas.

La ecuación de Drake:

En la segunda mitad del siglo XX, concretamente en 1961, Frank Drake estimó el resultado de la ecuación que lleva su nombre. Dicha ecuación calculaba ni más ni menos el número de posibles civilizaciones extraterrestres con las que podríamos tener opción de comunicarnos dado su desarrollo tecnológico. Todo a partir del principio cosmológico.

Como el universo es homogéneo e isótropo, podemos considerar la fracción de estrellas de nuestra Vía Láctea que son como el Sol, que es bastante alta. Posteriormente, podemos calcular la probabilidad de que dichas estrellas posea planetas orbitando a su alrededor, que también es bastante alta. Podemos calcular después la probabilidad de que estos planetas estén a una distancia de su estrella que garantice unas temperaturas aptas para el desarrollo de la vida. Finalmente, añadimos las probabilidades (mucho más pequeñas) de que la vida se llegue a formar, de que sea inteligente, y de que además desarrolle la tecnología necesaria para comunicarse con nosotros durante su estancia en el universo.

El sorprendente resultado fue que podríamos estar contactando con unas 10 civilizaciones extraterrestres distintas ahora mismo, de las cuales no hemos detectado ninguna. Como era de esperar, varios grupos de científicos revisaron las hipótesis realizadas por Drake y redujeron notoriamente nuestras posibilidades de contacto (lo cual no tengo claro si es bueno o malo) considerando hipótesis menos optimistas con respecto a la prosperidad de las civilizaciones y la evolución genética.

Sea cierto o no el cálculo de Drake, la idea base es importante. Si la probabilidad de que se de vida en una región del universo no es nula, y el universo es, a efectos prácticos, infinitamente grande, lo relevante no es que haya muchas posibilidades de que tengamos vecinos. Lo importante es, de cara a los más escépticos, que lo menos probable es que estemos sólos en el mundo.

Otra forma de plantear esta última afirmación es es considerar la gente que nace con las conocidas «enfermedades raras», llamadas así porque muy poca gente las tiene y se sabe poco sobre ellas. Una persona con una enfermedad rara, viéndose rodeada de la otra gente, bien podría pensar que es la única persona que la posee en todo el mundo, pero de hecho es altamente probable que haya otra persona en el mundo que la posea, o que la haya habido, o que la vuelva a haber en un futuro. Que no la vea no significa que no exista, y, estaremos todos de acuerdo, sería estúpidamente egoísta pensar que estamos ante la única persona en toda la humanidad que puede poseer y poseerá dicha enfermedad. Cara al universo, nuestra existencia sería como esa «enfermedad rara», con un posible debate sobre el doble sentido de esta analogía.

Hormigas en medio del camino:

¿Por qué entonces, si tantas otras civilizaciones extraterrestres pueden estar viviendo junto a nosotros en este momento, no hemos establecido contacto con ninguna de ellas?

Personalmente, siempre consideré que la respuesta obvia a esta pregunta es que si no se han puesto en contacto con nosotros es, o porque no lo hacen bien, o porque en efecto están en un grado igual o inferior de desarrollo. En el segundo caso nos tocaría entonces dar el primer paso en la comunicación, tomando nosotros el papel de civilización extraterrestre grande que va a descubrir otra más pequeña. Esperemos, claro está, que no como sucede en la película de Avatar (la Civilización Tipo I ya debería haber aprendido bien a ser ecológica).

¿Quién nos garantiza que, siendo algunas personas hoy en día temerosas de que los extraterrestres vengan a invadirnos y asesinarnos, no seremos nosotros los que algún día (de un modo moralmente incorrecto) vayamos a exterminar otra forma de sociedad en el espacio exterior? ¿Es una hipótesis demasiado ingenua suponer que una civilización avanzada que haya ido más allá de su sistema solar, alcanzando la Civilización Tipo III, tendrá la suficiente ética como para no cometer los actos genocidas que posiblemente ella misma haya vivido internamente hasta alcanzar tal grado de desarrollo?

Michio Kaku (quien os recuerdo que me motivó a hacer estas entradas con su libro «Hiperespacio«), tiene un punto de vista muy claro respeccto a este tema. Él considera que la situación es equiparable a lo que sucede cuando una persona paseando por el parque se encuentra con un hormiguero y sus hormigas trabajando a su alrededor.

Nosotros, como seres humanos, estaríamos evolutivamente tan lejos de las hormigas como una Civilización Tipo III estaría de lejos de nosotros. Podemos plantearnos ahora nosotros la pregunta equivalente: ¿tenemos algún tipo de interés en contactar con las hormigas adaptándonos a su forma de comunicación y ayudándolas a progresar de algún modo? Salvo excepciones, la respuesta es un rotundo no. La mayoría de la gente las ignora, y eventualmente alguien se entretiene destrozando su hogar o torturando alguna de ellas. En contadas ocasiones hay quien se para observarlas, pero nunca para aportarles beneficio de ningún tipo.

Las posibles Civilizaciones Tipo III de nuestro entorno harían lo mismo con nosotros de una forma mucho más sutil.

La Civilización Tipo III:

Una vez que una civilización sale más allá de su sistema estelar la energía a la que tiene acceso alcanza límites extraordinarios, y eso les permite dominar las leyes de la física a su antojo. Una Civilización Tipo III podría, sin ningún tipo de problema, haber descubierto ya si el universo es o no determinista y haber aprendido a dominar el tejido espacio-temporal, al menos en parte.

Una sociedad extraterrestre tan avanzada no se comunicaría con sus semejantes a través de nuestros medios habituales, sino cifrando la señal, por ejemplo, sobre todo el espectro de radiación electromagnética. ¡Un sistema de encriptación así no podría ser desvelado por nuestros ordenadores aunque estuviésemos recibiendo constantemente sus mensajes! Asimismo, dicha civilización podría, si nos inspiramos en sagas como Star Wars, estar viajando constantemente a velocidades próximas a la de la luz con las que serían imperceptibles para nosotros.

El único interés que podrían tener en contactar sería que sintiesen algo de compasión por nuestra especie, o que quisiesen beneficiarse de nuestros recursos (cosa que tal como vamos es más que poco probable), o que simplemente quisiesen «jugar» un rato. Los más fantasiosos lectores quizá opinen incluso que a lo mejor ya están jugando ahora mismo.

Y no es posible especular más sobre lo que una Civilización Tipo III podría o no podría hacer porque nuestra ignorancia a esas escalas es demasiado grande. Sin embargo, ya hay ideas sobre cómo una Civilización Tipo II podría empezar a intentar salir de su sistema sin jugarse la vida en una apuesta poco segura.

La evolución del astropollo:

En la entrada anterior comentábamos que en un futuro no muy lejano se podría crear una especie de bioandroide que viajase por el espacio y fuese capaz de reconocer y digerir materiales con una combustión rica en energía. De este modo se evitaba tener que devolverlo a La Tierra para recargarlo y requería un nulo gasto energético para nuestro planeta.

Dentro del sistema solar este modelo de nave de exploración estaría bastante bien, pero no tiene sentido enviar un astropollo a estudiar los planetas de los millones de estrellas que hay más allá. Tampoco tendría sentido enviar sólo dos o tres. Se tardaría muchísimo en avanzar, porque además hay que tener en cuenta que la información que recogiesen llegaría a nosotros con un retraso temporal igual a la distancia que les separa de nosotros dividida entre la velocidad de la luz. Este retraso para «pequeñas» distancias, como la que hay entre La Tierra y Júpiter, no supone más que algunos minutos. Sin embargo, la señal de un astropollo en otro sistema estelar llevaría años de retraso.

Por ello, antes de lanzarlo más allá de la nube de cometas de Oort (que nos rodea) sería necesario añadir al menos una nueva función al astropollo, también teóricamente posible. Nuestra nueva nave deberá ser capaz de reconocer en un sistema estelar los materiales de los que ella misma está compuesta y ser capaz de fabricar semejantes, construyendo las pertinentes factorías de astropollos en los planetas donde tuviera sentido asentar una base. En otras palabras, el astropollo tendría que aprender a reproducirse a sí mismo, creando una nueva especie colonizadora que se multiplicase constantemente durante su exploración del espacio exterior.

El número de datos que recibiríamos constantemente en La Tierra sería así tan grande que daría absolutamente igual el retraso que llevasen porque de seguro todo el rato habría nuevas cosas que analizar. Quizá estos nuevos astropollos incluso fuesen quienes detectasen alguna Civilización Tipo III cercana.

Gracias a este análisis de nuestro entorno galáctico la humanidad podría por fin partir en varias naves hacia alguna estrella que sin duda pudiese cobijar nuestra forma de vida en alguno de sus planetas, sin tener que vagar sin rumbo por el espacio esperando a encontrar algo. Necesitamos conocer todo cuanto nos rodea antes de decidir, en su caso, cuál debería ser nuestro segundo hogar. Y lo más impactante es que, probablemente, una vez que la humanidad consiga este segundo hogar, el tercero, el cuarto y el quinto no tardarán nada en llegar. Salir del sistema solar nos garantizaría casi automáticamente un camino allanado hacia la Civilización Tipo III. Pero, ¿qué sucedería si las otras Civilizaciones Tipo III no estuviesen dispuestas a cooperar?

La Guerra de los Mundos:

Ciertamente, si dos Civilizaciones Tipo III decidiesen declararse la guerra mutuamente (o aunque sólo lo hiciese una en realidad) las consecuencias podrían ser catastróficas. Hoy en día ya podemos destrozar La Tierra en un simple ataque nuclear y ni siquiera somos una Civilización Tipo I.

Las mayores armas conocidas de las que se podría disponer en el espacio son los púlsares estelares. Como ya comenté en la entrada sobre el libro «Física de lo Imposible«, estas estrellas degeneradas son algo parecido a una esfera que emite radiación superenergética por sus dos polos (definiendo como polos los puntos por los que sale dicha radiación) y además estos polos rotan sobre un eje trasversal, de modo que un púlsar sería una especie de faro con periodo de revolución constante en el espacio, con la peculiaridad de que además de emitir luz emiten muchas otras partículas para nada deseables.

Un púlsar apuntando hacia La Tierra desde una distancia no demasiado lejana podría freírla entera en cuestión de una fracción de segundo. Por este motivo mencionaba también Michio Kaku en su libro que sin duda el día que queramos construír una Estrella de la Muerte deberemos hacerlo con un púlsar.

Dado que el púlsar tiene masa, es posible desviar su eje de emisión y su eje de giro lanzando cantidades suficientemente grandes de masa a la posición adecuada en el momento adecuado. Si una Civilización Tipo III se asentase próximamente a una de estas estrellas con la suerte de que la radiación saliese en direcciones no problemáticas, otra Civilización Tipo III fácilmente podría amenazarla con rotar el púlsar hacia ella, incinerándola en el acto. No hay forma posible de sobrevivir a un ataque así.

Debido a ello, en un conflicto entre grandes civilizaciones espaciales, siempre tendrá ventaja la que pueda dirigir más púlsares hacia sus enemigas y a su vez no esté próxima a ninguno. Ya que los púlsares actúan como faros en el universo, ya sería bastante intuitivo ubicarse en el espacio a través de ellos, pero ahora además sabemos que su observación y mapeado sería clave en una lucha desesperada por la supervivencia.

Por supuesto, si todas las Civilizaciones Tipo III fuesen pacíficas no sería necesario preocuparse por estar en una posición estratégica, pero bien conocida es la frase de «si quieres paz prepárate para la guerra», sobre todo con civilizaciones a las que no conoces de nada.

Agujeros negros: posibles aliados de la cosmología:

La obtención de energía será, incluso en los estatus más altos de una civilización, una prioridad para mantener toda la tecnología, y como a no ser que las cosas cambien mucho como con el astropollo todo apunta a que la nueva tecnología requerirá más energía, la Civilización Tipo III necesitará inmensas fuentes de radiación.

La mayor parte de su energía procederá sin duda de las distintas estrellas, y quizá de alguna supernova o de paneles ubicados a una distancia prudencial de un púlsar. Sin embargo, resulta tentador confiar en los agujeros negros como fuentes inagotables de energía.

Si la teoría de Stephen Hawking es correcta, los agujeros negros emitirían esporádicamente grandes dosis de radiación de naturaleza completamente aleatoria, tanto más energética cuanto más pequeño sea el agujero. Esta, por supuesto, es un arma de doble filo, puesto que si algo se acerca a recoger dicha radiación más allá de cierto límite ese algo será absorbido por el agujero y no se volverá a saber de él, al menos por lo que sabemos hasta ahora.

El diseño de una órbita en torno a un agujero negro desde la que una estación espacial recoja cantidades de energía es algo muy llamativo, y además veremos que la humanidad, o la Civilización Tipo III pertinente podría acabar dependiendo de ello.

Porque, ¿qué podría amenazar la existencia de una Civilización Tipo III bien asentada?

Dos únicas opciones para todo un universo:

La Relatividad General predijo el Big Bang y las cosas concordaron. Explicó también la desviación de la órbita de Mercurio que tanto trajo de cabeza a la física clásica. Incluso predijo la existencia de agujeros negros que hoy en día sabemos que existen. Debido a todo ello, parece una herramienta de estudio bastante fiable.

¿Qué es entonces lo que nos dice la Relatividad General sobre el fin del universo? Únicamente se conocen dos respuestas, de las cuales sólo una se considera cierta en la inmensa mayoría de la comunidad científica. Puede ser que el universo se expanda hasta el infinito o que llegado a un punto vuelva a colapsar. La mayoría de los físicos apostamos, como es sabido, por la segunda. No sólo por intuición, sino porque los parámetros necesarios para que esto ocurra parecen estar presentes en todas las mediciones realizadas sobre el espacio. Análisis de los que, por supuesto, no procede hablar en esta entrada.

No obstante, y pese a que la expansión infinita es la menos probable, veremos también sus consecuencias:

La muerte helada:

Supongamos que tenemos un globo lleno de gas. Si yo dejo que se infle la cantidad de gas en cada región del espacio es más pequeña porque está repartida en un volumen más grande. Con el universo sucede exactamente lo mismo. A medida que se expande la masa y la energía en cada región espacial disminuyen, y con ellas la temperatura.

Si el universo se expandiese eternamente, llegaría un punto (que puede llegar de todos modos) en el que la temperatura en cada región del espacio sería muy inferior a la necesaria para que podamos vivir en él. Las estrellas se enfriarían y dejarían de emitir calor, y prácticamente todo quedaría congelado, salvo aquéllos astros que, aún estando fríos, pudieran emitir dosis razonables de radiación.

El único cuerpo celeste que podría tener tal característica es un agujero negro, y por tanto ellos son la última esperanza de una Civilización Tipo III que se quisiese enfrentar a la muerte helada. La estación espacial antes mencionada sería la única forma de sobrevivir ante el frío por debajo de cualquier temperatura apreciable en La Tierra naturalmente.

Este final del universo es sin duda el que menos nos conviene, puesto que no habría ningún modo de sobrevivir cuando las temperaturas decayesen por debajo de cierto límite.

La amenaza cálida:


Por el contrario, si el universo decidiese en algún punto volver a contraerse hacia un punto en el proceso conocido como Big Crunch, la temperatura media volvería a crecer con el proceso, llevándonos en esta ocasión a un aunténtico infierno durante los años anteriores al fin del universo. Las estrellas se acercarían, la radiación de fondo del espacio crecería hasta evaporar toda la materia y los cuerpos celestes devolverían a la radiación de alta temperatura su soberanía en el mundo, tal y como la tuvo hasta 300000 años del universo.

Nuevamente, la vida parecería no tener muchas opciones en este caso, pero la teoría de los multiversos podría acabar siendo nuestra salvación. Si no es así, ciertamente la humanidad no podrá vivir eternamente.

¿El final de todo?:

Recientes teorías sobre el universo consideran que vivimos en un espacio de entre millones y millones de ellos. De hecho infinitos. El universo entero podría considerarse como un átomo de entre un conjunto de estructuras hiperdimensionales y, como tales, no todos ellos tendrían que ser iguales.

Stephen Hawking propuso que las constantes universales conocidas en física, tales como la constante de planck que rige el tamaño de los átomos, la constante de gravitación universal que controla las fuerzas de la gravedad o incluso la velocidad de la luz podrían ser parámetros libres que determinasen un universo, pero que en nuestros universos gemelos podrían tomar cualquier otro valor sorprendentemente extraño.

La que nos interesa en este caso sería la «constante» de Planck. Si dicha magnitud, que actualmente es extremadamente pequeña, fuese una función de, por ejemplo, la temperatura, podría darse el caso de que en el colapso universal se dilatase en algunas regiones. De ser así, los resultados serían completamente impredecibles y quizá podríamos transportarnos a otro universo paralelo en el que seguir camino hacia la eternidad. Esta sería nuestra única opción, pues es no hay otra forma de escapar del fin del universo que no sea no estar en ese universo, del mismo modo que la Civilización Tipo II no podrá sobrevivir al fin del Sol sin salir del sistema solar.

Este es el objetivo de ascender en nuestra clasificación como civilización. Sin energía nunca será posible comprobar si realmente existen otras dimensiones habitables, y además pereceremos de una forma ridícula sabiendo que a lo mejor podríamos haber llegado mucho más lejos.

Sin energía, nuestra existencia habrá sido un juego entretenido y nuestros avances bien podrían no haberse realizado. Avanzar de cara a la muerte, destruír un planeta para acabar incinerados por el Sol, extinguir muchas formas de vida para después aceptar nuestro fácilmente evitable destino… son acciones crueles que ni siquiera habremos hecho por un bien mayor.

Dejémonos de tonterías. Ya que hemos llegado hasta aquí, al menos acabemos lo que hemos empezado cuando construimos la primera lanza. Ya que hemos causado tanto mal a la naturaleza, intentemos llegar a un fin que justifique sus medios. Progresemos hacia la Civilización Tipo III, o dejemos al planeta en paz.

Este último ha sido el último mensaje que con las entradas sobre civilización espero transmitir. ¡Un saludo a todos los que las hayáis seguido, y espero que nos veamos de nuevo en futuras actualizaciones!

Categorías:Cosmología, Física

12 respuestas »

  1. Me detengo en un fragmento en particular. «Si quieres paz, preparate para la guerra». Eso es parte del llamado «dogma de destrucción mutua asegurada» de la guerra fría. En loos últimos años, planteos matemáticos como la teoría de juegos probaron que la cooperación es, en muchos casos, la mejor estrategia. Pensar que una Civilización Tipo 3 con tecenología infinitamente superior va a andar por el universo declarandole la guerra a otras civilizaciones resulta, cuando menos, dificil de creer. No por cuestiones éticas (bien decis que el avance tecnológico no tiene que ir acompañado del avance moral), sino porque el avance tecnológico implica avances en la matemática y la lógica. Yo creo que las civilizaciones tipo 3, si bien gozarían de tecnología devastadora, no serían tendientes a usara por simple cuestión de pragmatismo.

  2. Antes de nada darle las gracias por su maravilloso blog, Sr. Adrían.

    En el libro COSMOS de Carl Sagan, capítulo 12, «Enciclopedia Galática» ya se expone la hipotética probabilidad de encontrar un planeta con vida semejante a la nuestra y dada la inmensidad del universo y la cantidad de factores, es bastante complicado.

    Tomo textual de su libro http://estudiosbiblicos.zzl.org/libros/Carl%20Sagan%20-%20Cosmos.pdf:

    «N *, número de estrellas en la galaxia Vía Láctea;
    fp, fracción de estrellas que tienen sistemas planetarios,
    n,, número de planetas en un sistema dado que son ecológicamente adecuados para la
    vida,
    f,, fracción de planetas adecuados de por sí en los que la vida nace realmente,
    fi, fracción de planetas habitados en los que una forma inteligente de vida evoluciona,
    fe,, fracción de planetas habitados por seres inteligentes en los que se desarrolla una
    civilización técnica comunicativa; y fL, fracción de una vida planetario agraciada con una
    civilización técnica.
    Esta ecuación escrita se lee N = N. fp n., f ‘ fi f,: fL. Todas las efes son fracciones que
    tienen valores entre 0 y l; e irán reduciendo el valor elevado de N..»

    Un saludo,

  3. Isidro,

    yo también soy físico. Además, de un ala bastante escéptica, no te lo voy a negar. No veo con claridad que un púlsar pueda usarse así como arma y quizá deje lugar a que la evolución de las civilizaciones siga muy distintos e impredecibles caminos de los que Adrián comenta.

    Ahora, él expone sus ideas de una forma razonada, documentada y muy amena. Es genial leer un artículo aquí y estimular el cerebro pensando en esas cosas.

    Sin embargo, lo único que estimulan comentarios como el tuyo en mi es vergüenza por pensar que haya gente que se creerá que un físico es alguien que va por ahí hablando del Árbol de la vida y el Árbol de la ciencia como si se tratase de algún tipo de místico de santería colocado.

    No hablo por hablar. Cuando Adrián dice que la religión hace que los religiosos seais peores personas, se refiere a las barbaridades del tipo (cito textualmente) «patético Hokings», en las que ya no tienes suficiente con sacrificar la ortografía sino que además insultas a una persona – una persona que yo considero muy inteligente pese a no estar de acuerdo en muchas de sus ideas. Y desde luego, si tú no lo consideras una persona inteligente, yo esperaría que tuvieses la decencia de considerarlo una persona y tener el respeto de no hablar de alguien en su condición como «patético». Sobro todo cuando lo «patético» es ver que un «licenciado en Física» no sabe ni escribir Hawking correctamente. Me pregunto si tu profesor de Mecánica Cuántica habrá sido el famoso Dr. Pepper.

    No me extraña de todos modos semejante comentario, porque ya estoy acostumbrado a que vuestra inamovible fe (como para que después hables de humildad y apertura) haga que pongais por encima vuestra opinión al respeto a otros seres humanos. Es la constante historia de tantas cosas como la religión, el nacionalismo o los hinchas ultra del fútbol que sólo responden a la necesidad tribal de identificarse con un grupo en el que poder decir «yo, bueno; tú, malo». Cosa que aprovecho para decir, que como ya comenté alguna vez, es una de las cosas que hacen que vea el concepto de Civilización Tipo 3 como algo muy difuso. Pero ese es otro tema, motivado por mi pesimismo tras ver hordas de gente como tú, aquí en internet y fuera.

    Respecto a lo de Einstein,
    http://en.wikipedia.org/wiki/Albert_Einstein%27s_religious_views#Agnosticism_and_rejection_of_atheism
    Quizá creas que la wikipedia es un complot judeo-masónico controlado por hordas rojas (no serías el primero al que se lo oigo). Pero sino, puedes consultar las fuentes. Como ves, Einstein se declaraba agnóstico – y en el mejor de los casos, aceptaba cierto deísmo en base a considerar un universo sin nada trascendental demasiado vacío. Como hombre prudente que era (y buen físico que no daba nada por sentado) no decía ser ateo, es cierto, tan sólo en base a no poder asegurar la inexistencia de un Dios. Pero desde luego, si pudiésemos preguntarle hoy día, tengo la confianza de que mucho menos se atrevería a asegurar la existencia de cualquier Dios, se preocupe por los humanos, o no, o tenga barbas, o sea cristiano, o musulmán, o Cthulhu o el monstruo del Espaguetti Volador. Porque era un gran físico, y un gran filósofo, como tú dices, y jamás lo escucharás hablando sobre entelequias como el Árbol de la vida o el Árbol de la ciencia.

    Sobre Newton y los demás, no te voy a negar que eran productos de su tiempo. A Newton lo admiro especialmente, así que ya que lo sacas, te diré una cosa. Si ese hombre, como creyente que decía ser, era un buen ejemplo de tal, estamos buenos. Una persona que hundía a sus adversarios por pequeñas tonterías y era capaz de aprovechar su puesto como presidente de la casa de la moneda para hacer ajustes en su beneficio sería un lamentable ejemplo de moral cristiana, y no creo que Jesús (el hippie) estuviese muy orgulloso. Desde luego, como físico insisto que lo admiro mucho, pero…

    Y ahora voy con Kant. De todos la filosofía con la que me he encontrado, siempre he estado encantado con la Kantiana. Así que comprenderás que me resulte molesto que digas cosas así de Kant. No por nada en especial, sino por ser, en mi opinión, la cabeza fundamental que juntó racionalismo y empirismo para que comenzase a caminar lo que hoy en día vemos como ciencia.

    Verás, Kant era creyente. Pietista, a más información. Pero rechazaba el concepto de religión como religión organizada (deberías leer, por ejemplo, «El conflicto de las Facultades») y en especial a la institución de la Iglesia. Por supuesto que el no lo exclamaba tan alegremente – los tiempos eran los tiempos. Pero si sabes leer su obra, sabrás a lo que me refiero. También, ya que mencionas a Kant, sabrás lo que es el Imperativo Categórico, y el hecho de que según él la moral no pueda venir dictada por ningún principio externo, sea sobrenatural o no – cosa que yo apoyo, como cualquier ateo o agnóstico. Lo que deja a la religión en el bonito e inútil papel de decir: «Sí… bueno… el Big Bang es Dios, y eso… Consecuencias? No sé, ninguna… es un cambio de nombre…». En la Crítica de la razón Práctica, Kant dice que es necesario asumir un Dios de forma práctica, en el sentido en el que ese Dios es la idea de Bien (de forma muy Platónica) a la que nos debería guiar la moral. Sin embargo, también tengo confianza en que si Kant me visitase hoy, viéndose liberado de la necesidad de la época de mostrarse claramente creyente so pena de ser excluído de la sociedad, aceptaría de muy buen grado que yo le dijese «yo guío mi moral buscando el bien, y en vez de llamarlo Dios, lo llamo bien, por las connotaciones religiosas que la palabra dios tiene». Y se quedaría tan contento. Su Dios es simplemente un garante estático de la existencia de la moral (un poco como cuando en teoría cuántica de campos desarrollas toda la teoría y te ves obligado a postular la existencia del vacío para poder empezar por ahí… supongo que sabes a lo que me refiero). No es un Dios al que adorar.

    La Crítica de la Razón pura creo que no te la has leído. Presumo que la has estudiado en el bachiller y te suenan campanas, pero no sabes donde. De haberlo hecho, te acordarías de la magistral sección dedicada a las Antinomias, y como lo que hace Kant no es explicarnos las ideas de Dios, Mundo y Alma, sino demostrar que es absurdo preguntarse sobre ellas ya sea en el sentido empírico o racional. No sólo no es un Dios al que adorar, sino que no cabe hacerse preguntas sobre su esencia o su existencia. Ba-dum-tsss. Y lo del espacio y el tiempo, si bien muy interesante en la parte a priori de su imagen de la realidad mundo (que por el otro lado, es un fantástico marco para razonar sobre el mismo) estaría mucho mejor de no ser porque un hombrecillo al que no se le daba mal la física y al que mencionas, tomó el trabajo de muchos otros hombrecillos, como Lorentz o Riemmann, y nos mostró que por lo visto no hay mucha diferencia entre ambos conceptos. Es más, que ya con la relatividad general no tenemos muy claro lo que son, y a medida que exploramos más los recovecos de la cuántica de campos… empezamos a temernos que espacio y tiempo no son el tapiz en el que transcurre la acción de nuestro universo. Claro que no sé por qué te explico esto, porque ya eres físico, y supongo que ya lo sabras. Para Kant (que también lo sabrás, porque te has leído la Crítica) el tiempo era una forma la priori interna de la intuición y el espacio la externa. Lo cual choca tanto con que ambos se puedan mezclar y con las cosas que observamos que ocurren a escalas muy pequeñas.
    No le quito mérito a Kant. Insisto en que su filosofía es terriblemente esclarecedora (una vez que has atravesado las hileras de subordinadas) e incluso cosas como esta, si bien parecen entrar algo en contradicción con nuestra presente experiencia, son buena guía de cómo usar la cabeza y cómo pensar sobre el mundo que nos rodea. Estaría bien que lo aplicases, antes de decir tonterías sobre si existe la línea recta o si puedes percibir el infinito. En especial, el hecho de que escribas este último en letras grandes me hace suponer que no tienes ni idea de la diferencia entre un ordinal y un cardinal, entre aleph uno y aleph dos, o lo que es un número transfinito o por qué Cantor fue un matemático excelente. O en general de matemáticas. Las matemáticas son un lenguaje fantástico que no pretende que tú puedas agarrar una línea recta e impartir justicia con ella a esos ateos inmorales como Hokings. Te aconsejo, ya puestos (y vuelvo a estar seguro de que aconsejo en vano, porque ya lo habrás hecho!) que leas a Bertrand Russell, que con Kant forma la pareja de filósofos más importantes para mi. En especial lo que toca a la religión (te va a encantar) y a las matemáticas. Tiene una cita, que ahora mismo no recuerdo con exactidud (y vaya, quizá en un lapsus ni tan siquiera sea de Russell, pero desde luego le es propia) que dice algo así como que el hecho de que el mundo se parezca tanto a las matemáticas es un sinsentido, pero un sinsentido maravilloso. Que digas esos absurdos misticistas sobre si puedes percibir el INFINITO es como si yo me pongo a decirlas sobre si tú puedes sentir el PREDICADO de esta frase o si crees en la existencia de los PRONOMBRES. Espero haber dejado claro mi punto al respecto, porque vaya, si hay algo que me fascina en el mundo (o fuera de él) son las matemáticas, y lo que escribes, de ser yo religioso, me lo tomaría como un sacrilegio.

    Y para acabar, te diré una cosa. Estoy muy contento con mi ordenador y el flexo que me iluminan, hijos ambos de la tenebrosa Tecnología (ves que mal queda poner cosas en mayúscula que no hace falta?). Estoy muy contento, digo, porque me dejan perder mi tiempo en este blog intentando convencer a alguien que preferirá ver videos de mundodesconocido antes que razonar un poco. Y cuando me aburra, podré salir a la calle, porque sólo un necio puede llegar a ser esclavo de la tecnología, sin que nadie me lo impida. Miraré al sol, o a la lluvia, da igual, y diré «qué belleza!». Y una vez hecho eso, en vez de seguir a otra cosa, podré hacer algo que mucha gente no puede, porque no se hace la pregunta o porque prefiere poner en todo alguna «causa sobrenatural» que lo explique todo de forma ad hoc. Yo podré mirarlo, ver como los rayos de sol parecen atravesar las nubes, como la lluvia hace aparecer un arco iris, y me sentiré profundamente contento porque además de poder verlo, puedo comprenderlo, y lo único que he necesitado para ello ha sido mi propia mente, y como ya dijo otro de los que mencionas, estar subido a hombros de gigantes. Pero esos gigantes fueron hombres como yo, y por ellos no necesito esperar en vano a que ningún Godot (Dios, por si no pillas la referencia y tal) me suba desde lo alto para poder admirarme con la existencia más allá de exclamar «cuántos colores!». Y lo mejor de todo, es que gracias a esa comprensión, al volver tendré un bajo eléctrico, un ordenador, una cocina, alimentos envasados y la seguridad de que si me corto cocinando podré usar un teléfono (con electricidad) para que un aparato fantástico que tiene… ¡un motor y una sirena! venga a buscarme y una personilla que haya estuadiado enfermería me ayude muy amablemente y me salve la vida sin que tenga que palmarla desangrado o por una infección. Porque, por mucho que pretendáis iros de alternativos, de new wave y de místicos, la tecnología es fantástica, y la ciencia es maravillosa.

  4. Leyendo el rifirafe paralelo que has mantenido con Adrián (y con el honor que tal y como indica el último comentario me supone saber que escribo en un blog con categoría suficiente para tener un troll propio), no puedo evitar mencionar la hilaridad que me causa el que tras tu comentario te refieras al mío como «parrafada y verborrea en tontadas». Amén de leer Nietzchel (oh, dios, lamento usar la palabra amén, de origen religioso, al igual que usar la palabra navidad, y la palabra dios, ya que por lo visto negarme a creer en absurdos irracionales que condicionan la vida diaria me debería imposibilitar moralmente usar palabras que son lugar común en el lenguaje). Dándonte el beneficio de la duda, creía que habría sido una tecla mal pulsada, pero una rápida (y científica y empírica) mirada al teclado me ha servido para comprobar que, efectivamente, la ele no está ni al lado de la e ni del punto. Con lo que queda la hipótesis (sólo hipótesis y no verdad absoluta, pues soy un desgraciado hombre de ciencia que no puede «ver» cosas que no están ahí con plena certeza) de que lo que ocurre es que no sabes escribir el nombre de Nietzsche. Y lo que es más lamentable, que ni siquiera eres capaz de tomarte la molestia de buscarlo antes en esa herramienta demoníaca de la tecnología llamada Google, para comprobar si tu incultura ha vuelto a producir un nuevo monstruo ortográfico.

    En cualquier caso, eso son detalles menores y habituales ya en tus comentarios (espero que no te moleste esta actitud destructiva, de corazón creo que te gusta la bilis cuando te leo). A lo que iba. Que yo tampoco he estudiado en un colegio de curas, y te diré una cosa. Si así ha sido en tu caso, de verdad me habría gustado tener tal opción. O vamos, fuere cual fuere el maravilloso lugar en el que te han educado para decir que la Mecánica Cuántica fue inspirada por la religión y filosofía orientales. Tonto de mi, que pensaba que era un formalismo matemático basado en los espacios de Hilbert desarrollado a partir de cosas como la contradicción con la teoría clásica de la reglas de Bohr para el átomo de hidrógeno. Motivada, a su vez, por la evidencia experimental de que los átomos existen, al contrario de lo que prometía el (experimentalmente comprobado también) electromagnetismo clásico. O también motivado por el (experimento de) Stern-Gerlach, o la difracción de electrones individuales en un (experimento de) Young.

    Pero vaya, me voy por las ramas, porque tú ya sabes lo que es todo eso, y tras serias reflexiones con una copa de brandy (o sucedáneo genérico) en tu casa, has descubierto que en realidad fue la filosofía oriental el origen de la Cuántica. Bien. Lo que yo decía, e introduje en el párrafo anterior, es que querría estudiar en ese lugar, porque en el que estudiamos yo, mis amigos, mis enemigos y la gente que no me importa en absoluto en general, jamás hicimos tal cosa como «ver» un punto o medir el número «e». No por nada, sino porque, joder, yo creía que eran un constructo matemático! Pero ahora que sé que vagan por ahí por el mundo, mezclando nuestros modelos de las cosas y las matemáticas con nuestra percepción empírica del mundo real, me gustaría que me lo mostrases.

    Dejando las tonterías a un lado, quiero dejar claras un par de cosas serias. La ciencia no manipula a las masas de borregos. La ciencia como tal no tiene intención alguna, porque no es un ser consciente (maldita sea, habría jurado que esto es una obviedad). Si alguien manipula (y vaya, que no es que ocurra mucho con la ciencia) son las personas. Y no es una distinción sutil. No lo es porque significa que con ciencia, hay personas que manipulan a las masas. Y sin ciencia, también. Con religión, o con anuncios de adelgazamiento rápido. Echar la culpa de la manipulación que algunos hagan llenándose la boca con la palabra ciencia (como vienes haciendo tú, más o menos) es tan absurdo como pretender que la escritura tenga la culpa de la propaganda nazi. Dato adicional: me repugna usar a los nazis como ejemplo, primero porque no se merecen ser recordados, y segundo porque la gente cae fácilmente en falacias. Ahora que tú ya los has mencionado, supongo, da igual. Pero precisaente falacias como la tuya son las que usa la gente. Como los nazis y Stalin eran científicos (sic para unos nazis capaces de rechazar la evidencia experimental de la relatividad en base a ser «ciencia judía») y ateos, ser científico y ateo es tan malo como ser nazi! Ocurre un fenómeno curioso con esta falacia, y es que al contrario de muchas otra, no he dado en observarla en niños que todavía no tienen del todo claro cómo razonar. No, más bien parece propia de quien en su desesperación y falta de recursos decide que es mejor insultar de forma gratuita y recurrir a la comparación fácil del enemigo con cosas desgradables que causan repugna automática en el lector. Que era, dato también, algo que le encantaba a los nazis. Maldita sea, verdad que ahora piensas que habría sido mejor no sacar el tema de los nazis? Pues bien, espero que ello sirva para que ni tú (ni ningún potencial lector) vuelva a hacerlo.

    El resto de tu parrafada (lo siento, me ha gustado la palabra cuando te la leí) resulta algo incoherente y es más bien una sucesión de frases de rabieta disparadas por una especie de ametralladora verbal, sin un objetivo claro. Realmente no sé qué decirte al respecto de que llegó la Santa Inquisición de los Ateos y no sé que historias más. Me resulta chocante, pero supongo que es producto de un mundo en el que la libertad de expresión (tan necesaria) y la facilidad de acceso a la información (tan vitalmente necesaria) han generado como subproducto (nada necesario) a una horda de personas que creen que una idea, por ser tan transmitible como las demás, es igualmente válida. Yo nunca he tenido problema en decir que si algo es absurdo y estúpido, lo es. Hay cosas dudosas, en el margen, y que solamente el tiempo aclarará. Pero que la Tierra está hueca o que la ciencia es un ser malvado que manipula a las masas creía que eran ciertas sólo en el Mundodisco, y no en nuestro planeta. Quizá me equivoque.

    Tu insistencia en que hablamos de la religión católica es absurda. Si así fuese, tu argumentación tendría sentido. Pero la línea argumental que seguimos Adri y yo es contra toda religión organizada, contra todo pensamiento cuyo objetivo sea expendirse y convencer y que pretenda dictar como deben vivir su vida las personas en base a reglas absurdas y perpetuadas generación tras generación como un gen defectuoso de origen desconocido. Toda religión entra ahí, y es para mi igualmente criticable. No es la vía única de transmisión de moral y cultura, y de hecho, una más bien poco apropiada. Que la religión nos haya dado cosas buenas (arte, quizá? un cierto… orden, quizá?) no significa que no las pudiésemos haber obtenido de otra forma, y mejor. Y sobre todo, sin pagar el precio de vender nuestra dignidad de seres racionales al primer postor que nos venda algún credo absurdo y (a diferencia de la ciencia) absoluto. Pero te diré una cosa, con la humildad que predicas y no profesas. Si de verdad quieres leer más como esto, y ser un poco abierto como dices, y no quedarte en tus cuatro opiniones absurdas, te recomiendo seriamente leer a Bertrand Russell o a Richard Dawkins. Por favor, copia y pega los nombres en google cuando lo hagas, para asegurar que encuentras a la persona correcta, y no a Richo Hawkings, o algo así. Sin acritud.

    Lamento mi quizá excesiva… contundencia. Pero me gustaría que cualquier lector que vea esta sucesión de comentarios pueda dedicarse a ser mejor persona tras escarmentar en cabeza ajena del uso de falacias frecuentes y opiniones insostenibles. Como ya he dicho, si hay una cosa de la que podamos estar orgullosos los humanos, y no hay muchas, no es de que un creador nos haya creado con especial cariño -elemento común a un gran abanico de religiones- sino el hecho de poseer un raciocinio bastante avanzado y una capacidad crítica capaz de sacarnos por encima de las supersticiones del día a día, y que con paciencia, nos han hecho descubrir que el sol no se entierra en el horizonte cada tarde, sino que flota muy lejos iluminándonos y haciendo posible la vida en el planeta. Quedan muchos soles por descubrir, en ese sentido, y la respuesta de la ciencia, mientras no la tenga, es muy correctamente encogerse de hombros y esperar. Pero no llegaremos a ningún lado, y perderemos la poca dignidad que tenemos, si nos resignamos a gritar a los cuatro vientos que al acabar cada día, el Astro Rey se acuesta entre las montañas.

  5. Me pareció interesante el artículo, empero, no estoy de acuerdo con las observaciones religiosas de algunos, yo no creo que la religión sea el opio de las masas, yo creo más bien que es el opio de los extremistas; en toda nuestra historia tenemos cosas dignas de ser recordadas, yo creo que el verdadero problema es que somos incapaces de comprender los diferentes puntos de vista, y tomar lo útil que nos puede aportar cada ideología y adaptarla al bien común.
    Creer que nuestro punto de vista es el único correcto, es el verdadero mal que ha perseguido a la humanidad. Cuando seamos lo suficientemente analíticos y reflexivos, estoy segura que podemos acercarnos más a esa posible Civilización tipo III.

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