A lo largo de mi vida como estudiante he tenido montones de profesores, pero son pocos los que han sido capaces de mantenerme atento clases enteras, dado que soy el tipo de persona a la que una mosca le puede llegar a sobrar para distraerse. Uno de esos pocos profesores que ha logrado esto es José Edelstein, autor del libro «Antimateria, magia y poesía». Durante mis cinco años en la USC he asistido a sus clases de geometría diferencial, ecuaciones diferenciales, cálculo tensorial y mecánica cuántica avanzada. En ninguna de las cuatro ocasiones recuerdo haberle visto mostrando poco entusiasmo en lo que explicaba. Muy al contrario, lo habitual era que quisiese extender las clases para poder acabar de comentar los detallitos que no quería irse sin mencionar. En este sentido, recuerdo cuando nos pidió que le dejásemos acabar media hora más tarde porque si no le haríamos un «coitus interruptus».
Es muy complicado dar con gente que disfrute tanto la docencia y que siempre quiera ir más allá de donde se le obliga. En el curso de ecuaciones diferenciales recuerdo que nos explicó por qué consideraba que ninguna ecuación mecánica de la física debía dar importancia a las velocidades y sí a las aceleraciones, cuestión que no recuerdo haber visto nunca comentar a ningún otro profesor. El curso de cálculo tensorial, optativo, ya lo empezó a lo grande: «Entiendo que si estáis aquí es porque os gusta aprender cosas y no porque queráis 6 créditos que seguramente podríais conseguir con mayor facilidad en cualquier otra asignatura».
Durante el último año de carrera, tres alumnos hablamos con él para hacer algún proyecto y nos dijo que podíamos investigar la última teoría de Roger Penrose sobre universos cíclicos, ya que le había parecido interesante y era una buena forma de practicar relatividad general aparentemente accesible con conocimientos básicos de programación. Tras analizar los datos de la NASA, cómo se leían los datos de la NASA y qué habría que hacer exactamente con ellos nos dimos cuenta todos de que tal vez nos habíamos flipado un poco, y con total humildad aceptamos reducir las aspiraciones a comprender y explicar la teoría.
Quiero con todo esto decir, en suma y por no extenderme más con anécdotas, que hablamos de una persona a la que le encanta a lo que se dedica tanto como involucrar a otra gente en sus inquietudes. Por este motivo, saber que ha escrito su primer libro de divulgación tras años publicando en diversos medios sus entrevistas con gente de la talla de Peter Higgs, Stephen Hawking o Richard Dawkins (http://goo.gl/YYBJBM) (http://goo.gl/Jq1bZm) (http://goo.gl/3AKxuS), era razón suficiente para hacer una visita a Santiago.
«Antimateria, magia y poesía» es un libro divulgativo poco convencional. Consiste en una serie de 23 historias sobre cómo surgieron algunas ideas científicas con el fin de introducir al lector más o menos en la mentalidad de los grandes pensadores de los últimos siglos (y alguno de la antigüedad). Lo de que no es convencional lo digo precisamente porque su fin es más exponer una forma de pensar que presentar un contenido científico concreto. Mientras que otros libros más o menos siguen una línea cronológica o temática, aquí los temas saltan sin un patrón claro más allá de los dos grandes bloques de historias. Las primeras, «REALIDADES INVISIBLES», tratan sobre física cuántica y nos llevan con mayor o menor profundidad desde el descubrimiento de los átomos hasta el modelo estándar de la física de partículas y un poco más allá. Las segundas, «IRREALIDADES VISIBLES», tratan sobre fenómenos no tan elementales como los agujeros negros, el electromagnetismo o la teoría del caos.
En la presentación se comentó que había una cierta polémica con la primera historia, que da nombre al libro, sobre si era una de las mejores o la peor dado que fue la primera en escribirse. Trata sobre el enfoque y los pensamientos de Dirac acerca de la naturaleza, y para mi gusto describe a la perfección la mentalidad del científico apasionado, con lo que personalmente me decanto por considerarlo uno de los mejores capítulos.
Justo después viene «La ópera del neutrino», un capítulo excelente con el que se explica la historia de tan esquiva partícula y con el que no queda duda de la guerra que dio. Más avanzado el libro, la historia «Nada fascinante» trata sobre los distintos tipos de «nada» que hay en física, y creo que explica perfectamente la importancia de que haya cosas diferentes para que el universo tenga algún interés. Entre mis otras historias favoritas estarían «Un Da Vinci moderno», sobre Roger Penrose y su costumbre a ir a contracorriente, «Rompiendo las olas», sobre el «casi» descubrimiento de Benjamin Franklin de las moléculas un siglo antes de tiempo y «La irresistible belleza de SUSY», que está tan bien escrito y vendido que casi me convence de que crea que la supersimetría es cierta ;)
Por no comentar solo lo bueno, también diré que me decepcionó un poco el brevísimo y tangencial capítulo sobre agujeros negros llamado «Crisis de información». Empieza con la noticia actual de Hawking diciendo que no existen, vuelve al pasado a contar brevemente la historia de los mismos y… ¡tachán! ¡No se retoma el comienzo del capítulo!
Lo mejor del libro, sin duda, es lo bien que refleja el método científico. En el capítulo de los neutrinos parecía que se columpiaba un poco dando a entender que cuando se «descubrió» que estos iban más rápido que la luz en 2011 los físicos medio negaron el resultado porque iba en contra de la teoría de Einstein, pero inmediatamente después se enmienda con estos grandes párrafos que reflejan lo que debe ser el pensamiento crítico:
«Nos aventuramos, en su momento, a confiar en que un error sistemático fuera detectado pronto y pudiéramos seguir disfrutando de la belleza indómita y centenaria de las ideas de Einstein. No se trata de que haya vacas sagradas en la ciencia. La razón por la que nos resistíamos a aceptar el resultado de OPERA no es un conservadurismo lavado ni una devoción especial por el genial físico judío. (…) Contra de lo que pueda parecer, este episodio evidencia el sólido andamiaje de la física como disciplina. Los miembros de OPERA actuaron honestamente, publicando un resultado que juzgaban correcto. La comunidad científica lo examinó escrupulosamente, acorraló su posible validez desde todos los flancos hasta que el esperado error apareció. El rigor del pensamiento científico salió fortalecido. Es esto, y no la vanidad presuntuosa, lo que habría dejado satisfecho a Einstein.»
Cabe destacar también que en ciertos tramos se aprecia un sentido del humor muy escéptico, en particular cuando comentando que las olas se pueden calmar arrojando aceite al agua se hace el siguiente comentario:
«Es difícil imaginar que un gigante bravío como el mar pueda calmarse con una homeopática dosis de aceite.»
Por último, como los autores se encargaron de indicar, dado que a lo largo de toda la obra hacen varios símiles entre personajes científicos y deportistas o músicos, entre otros, en el índice onomástico al final del libro suceden cosas como que Alfredo Di Stéfano, Dios y Paul Dirac aparezcan juntos. No obstante, y tal como se comentó en la presentación del libro, no es el mismo dios el que se menciona en las diferentes historias.
En suma, es un buen libro para acercar la ciencia a la gente y conocer historias que seguramente pocos conozcan. Yo mismo he aprendido un puñado de ellas leyéndolo. Ahora bien, quien quiera aprender física en plan avanzado no debería buscarla en él. Este libro es de conceptos ligeros y fáciles de llevar. Un poco de antimateria con aspecto de magia y tratada con poesía.